“Nada te turbe, nada te espante. 
Todo se pasa. Dios no se muda. 
La paciencia todo lo alcanza. 
Quien a Dios tiene, nada le falta. 
Sólo Dios basta.”

Santa Teresa de Jesús. Doctora y Virgen

García Morente:

El testimonio de la experiencia mística de García Morente siempre impresiona. De ser agnóstico se conviertió a la fe y luego optó por el sacierdocio.

"Voví la cara hacia el interior de la habitación y me quedé petrificado. Allí estaba Él. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba, pero Él estaba allí. En la habitación n había más luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas, de una o dos bujías, en un rincón. Yo permanecí allí agarrotado por la emoción y le percibía; percibía su presencia con la misma claridad con que percibo el papel blanco en que estoy escribiendo, con absoluta e indubitable evidencia.

¿Cómo es esto posible? Yo no lo sé, pero sé que Él estaba allí presente y que yo, sin ver, ni oír, ni oler, ni gustar, ni tocar nada, le percibía con absoluta e indiscutible evidencia. Si se me demuestra que no era Él o que yo deliraba, podré no tener nada que contestar a la demostración, pero tan pronto como en mi memoria se actualice el recuerdo, resurgirá en mí la convicción inquebrantable de que era Él, porque lo he percibido.

No sé cuánto tiempo permanecí inmóvil y como hipnotizado ante su presencia. Sí sé que no me atrevía a moverme y que hubiera deseado que todo aquello -Él allí- durara eternamente, porque su presencia me inundaba de tal y tan íntimo gozo, que nada es comparable al deleite sobrehumano que yo sentía. Era como una suspensión de todo lo que en el cuerpo pesa y gravita, una sutileza tan delicada de toda mi materia, que dijérase no tenía corporeidad, como si yo todo hubiese sido transformado en un suspiro o céfiro o hálito. Era una caricia infinitamente suave, impalpable, incorpórea, que emanaba de Él y que me envolvía y me sustentaba en vilo, como la madre que tiene en sus brazos al niño. Pero sin ninguna sensación concreta de tacto.

¿Cuándo terminó la estancia de Él allí? Tampoco lo sé. Terminó. En un instante desapareció. Una milésima de segundo antes, estaba Él aún allí, y yo le percibía y me sentía inundado de ese gozo sobrehumano que he dicho. Una milésima de segundo después, ya Él no estaba allí, ya no había nadie en la habitación, ya estaba yo pesadamente gravitando sobre el suelo y sentía mis miembros y mi cuerpo sosteniéndose por el esfuerzo natural de los músculos”. "

El 7 de diciembre de 1942, cuando apenas lleva dos años de sacerdote, amaneció en la Nueva Vida junto al Padre.

 

 

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