«Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el
peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de
contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad" (Mt 6, 7).
Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un
reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los
misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella
que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza» Pablo VI , Papa.